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Tokio 2020: Valor social a través del deporte

*Por Lic. César Bernhardt

¿Qué enseñanzas en términos sociales, en este contexto tan particular de la humanidad, nos puede brindar una causa colectiva y global como los juegos olímpicos que acaban de comenzar? Del deporte a la sociedad…

Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (realizados en 2021) son sin duda en el calendario pandémico de la humanidad, 2 semanas y media de celebración, pero quizás estos JJOO en particular sean ante todo, un inmenso motivo de valor social como fruto de su realización, por las reflexiones, enseñanzas y aprendizajes que pueden traer aparejados como nunca antes.

Que en el contexto mundial COVID convivan en una villa olímpica más de 11.000 atletas y sus respectivos cuerpos técnicos durante casi un mes (contemplando los días previos y posteriores a las competiciones) ya es un hecho inédito en este año y medio también inédito que a la especie humana le toca vivir.

Que 177 de esos miles representen a Argentina, un gran motivo de orgullo. En 26 deportes y 31 disciplinas. Mujeres y varones. Una sola bandera. Y atrás de la delegación de casi 200 deportistas, miles de atletas de nuestra Patria que persiguieron y persiguen la misma ilusión de tener su pase al encuentro olímpico.

Los JJOO siempre han sido el símbolo de varios de los atributos humanos que más enaltecen a las personas, pero uno de ellos se lleva la presea dorada: la presencia de propósito personal y colectivo. Poder responderse a las preguntas “¿para qué es importante hacer esto para mí?” y “¿por qué es importante formar parte de este equipo?”, son dos respuestas que enriquecen mucho nuestra experiencia de vivir, en cualquiera de las dimensiones de nuestros días que querramos discernir. Cada uno de los deportistas que están en Tokio, y los miles que lucharon por estar, tienen estos propósitos muy en claro. Pensemos qué angustiante puede ser en un sentido contrario, no saber para qué y por qué hacemos lo que hacemos.

Otro de los atributos que el olimpismo en particular y el deporte en general nos regala a la sociedad, es el honor que se le rinde a la perseverancia, la constancia, el temple y el tesón: hay más de 1000 sesiones de entrenamiento entre ciclo y ciclo olímpico, cientos de esas prácticas son muchas veces tediosas, monótonas, y extenuantes desde luego. Y nada te garantiza que el logro se haga realidad: entre los 177 representantes de la delegación argentina, varios han competido en más de un JJOO, y solamente 17 lograron alguna vez alguna medalla. Aceptar la derrota como parte del camino, el fallo y el error como algo que acompaña siempre, y honrar el intento una y otra vez por sobre todas las cosas, termina de cerrar un círculo de virtudes que simplemente nos hace más humanos.

Estos juegos olímpicos son los primeros en realizarse durante una pandemia de las características que afrontamos, distinta de otras pandemias que tuvieron existencia a lo largo de los tiempos modernos:

Destruyó la posibilidad de elección de las personas en el uso del tiempo y del espacio. Vivas donde vivas y hagas lo que hagas.

Afectó los hábitos de las personas en todos los órdenes de sus vidas.

Irrumpió nuevas formas de concebir los vínculos sociales, laborales, afectivos, de un modo abrupto y urgente, poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación como especie, al máximo.

Se llevó la vida al momento de esta nota, de más de 4 millones de personas en menos de dos años.

Ante este panorama, el deporte nuevamente nos otorga valor social, a partir de las reflexiones, aprendizajes y enseñanzas que podemos extraer. Los JJOO de la Pandemia COVID lo posibilitan: cada entrenador, cada deportista, cada entorno familiar, cada institución deportiva, sabe de las vivencias que han ocurrido desde finales de 2019 a la fecha, en donde particularmente los protagonistas nos pueden hablar de cada uno de estos ítems, en primera persona, con historias reales, y emoción en la piel:

Altos niveles de tolerancia a la incertidumbre: miles de competencias canceladas, de procesos de preparación interrumpidos, de movilidad restringida.

Altos niveles de tolerancia a la frustración: miles de puestos de trabajo postergados con fecha de retorno indefinida, miles de trayectorias deportivas que terminaron antes de tiempo, miles de trayectorias que nunca comenzaron.

Altos niveles de gestión del estrés: el deporte y su naturaleza de libertad, confinada al encierro y a condiciones inéditas de realización.

Altos niveles de gestión del temor y del miedo: miles de personas lejos de casa por razones deportivas atravesadas por la imposibilidad de retorno, por la ignorancia lógica de las consecuencias del contagio, de la enfermedad, del contacto directo con sus entornos afectivos más cercanos.

Altos niveles de aceptación de lo posible y de lo imposible: miles de historias que reconfiguraron sus planes deportivos de corto y mediano plazo, miles de historias que dieron por terminada su carrera ante el desconcierto de lo imperante.

Altos niveles de disfrute de procesos y de la repetición: miles de personas cerrando los ojos y recordando lo glorioso de competir, de compartir, y con esa fuerza entrenar en condiciones inusitadas, en lugares inusitados, cientos y cientos de veces, por el solo motivo de hacer, una y otra vez, eso que es importante y te define.

Altos niveles de contacto con el bienestar: aún en los contextos más adversos, la emoción que acaricia el alma por estar haciendo eso que deja una sonrisa en el corazón.

Siempre, pero siempre, presencia de sueños: proyectos trascendentales que no tienen precio, pero sí muchísimo valor, para la coherencia con la cual miles de personas viven sus historias deportivas, porque le dan sentidos a sus vidas. Los consigan o no los consigan, esos sueños orientan, alumbran, y nutren.

Por todo esto y con seguridad por muchísimas cosas más, celebremos los JJOO como un hecho humano, como un premio a la resiliencia ante la adversidad, como un hito que honra la memoria de los que ya no están, y de las ilusiones de los que sí, con la convicción puesta en que la vivencia al lado del otro, siempre vale y valdrá la pena.

* Licenciado en Psicología. MN 7026

Director de Rindo. César Bernhardt

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